Fuente: ocio.lne.es
El peplo, mucho más que una túnica en el cine, que con ‘Hércules’, de Pietro Francisci, catapultó los peplums estableciendo sus constantes.
Juan Harpo (Amor en conserva) Durante algunos años de la infancia, cuando poseíamos un traje para los domingos y al Real Madrid solo se le veía jugar en los reportajes del NO-DO, estuvimos consumiendo, con auténtica voracidad, un género cinematográfico sin saber su exacta denominación. Cuando descubrimos que nuestras películas de ‘romanos’ conformaban la modalidad del Peplu’, a través de sesudas lecturas en Filme Ideal, Nuestro Cine o Cahiers du Cinéma, éramos ya jóvenes talluditos, que aceptamos sin remilgos la idoneidad del término. Porque lo cierto era que Peplum, versión latinizada del griego peplos, que significa túnica o vestido corto, propio de algunos pueblos de la Antigüedad clásica, se adaptaba con más propiedad a la hora de definir el galimatías compuesto por aquellas películas presuntamente históricas, mitológicas o bíblicas, que la restringida denominación de romanos. Entre otras cosas porque por muy berzotas que fuésemos los niños de aquellos tiempos, sabíamos distinguir, perfectamente, a un centurión de un egipcio o a un persa de un filisteo, fijándonos, tan solo, en su sombrero. ¡Caramba la cantidad de peplums que nos habíamos tragado, en los cines de programa doble, sin saberlo; sobre todo si pensamos que entre 1958 y 1962, tan solo en Europa, se habían producido más de 170!
Los orígenes del Peplum, sin embargo, son más antiguos y se remontan a los mismos inicios del cine. A producciones italianas como Cabiria, Quo Vadis? o La caída de Troya, –filmadas entre 1910 y 1912– les cabe el honor de situar los principios de un género que, pronto, Hollywood llegaría a superar gracias a su poderosa industria y a sus grandes presupuestos. Solo a mediados de la década de 1950, tras el éxito de la segunda versión de Quo Vadis de Mervyn LeRoy (1951), rodada en los estudios romanos de Cinecitta, Italia volvió a recuperar la hegemonía en este tipo de filmes, ecurriendo al sistema de las coproducciones, y los decorados y vestuarios que dejaron los americanos, engrosados tras la filmación del Ben Hur de William Wyler, en 1959. Hércules de Pietro Francisci (1958), interpretada por Steve Reeves, esta considerada como la película que catapultó la nueva hornada de peplums estableciendo sus más sólidas constantes. A saber: la aparición de protagonistas musculosos (Reeves había sido Mr. Universo en 1950) como Mark Forest, Brad Harris y Gordon Scott, reclutados de las portadas americanas de revistas de culturismo; el recurso a la mistificación histórica, o la pura fantasía como venero inagotable de argumentos; los escasos presupuestos; la reutilización de decorados de cartón piedra; y la presencia de esculturales señoras en «mini-toga» o envueltas en túnicas transparentes que, a la manera de Sylva Koscina, Chelo Alonso, Virna Lisi, Chistine Kauffman o Rossana Podestá, constituyeron uno de los mayores atractivos del género nunca declarados con total sinceridad: las grandes dosis de erotismo visual para todos los públicos, incluidos homo y heterosexuales.
Si realizadores como Mario Bava, Sergio Corbucci, Vittorio Cottafavi o Sergio Leone, se curtieron en la industria del cine entre un maremágnum de Macistes,Ursus, Sansones, Colosos de Roda o Pompeyas en llamas, pocos recuerdan que el mítico Michelangelo Antonioni, en época de vacas flacas para su cine intelectual, hubo de hacerse cargo de la dirección de una pequeña joya que hoy les recomendamos: Bajo el signo de Roma (1958). Los atractivos de esta rareza, –según Christopher Frayling, estudioso del tema– radican en el debut en el género de Anita Ekberg, un año antes de ponerse a las órdenes de Fellini para rodar La dolce vita, ataviada, aquí, con un «abultado peto verde y casco dorado » o «con una túnica verde lima de gasa» que conseguían ganar la voluntad de todo el senado romano en la época del emperador Aurelio. Pero debe revisarse, también, por ser el primer Peplum que fue comprado y distribuido por la American-International Pictures para todas las cadenas de drive ins. Un evento de enorme importancia de cara a la divulgación de patrañas y disparates en torno la Historia Antigua y la Mitología entre los sectores populares de los Estados Unidos. De alguna manera los seguidores del general Custer teníamos que agradecer a los americanos el regalo histórico del western.